Decimos adiós al verano con un último relato de ficción a cargo de nuestro compañero Nicolás Puerto Barrios, que comparte una interesante reflexión sobre el ser humano y la autoconciencia global.
A lo largo de su historia el hombre ha intentado, desde tiempos inmemoriales, imitar al mito de su creador para estructurar una sociedad jerárquica. Lo característico es que, basado en las costumbres ancestrales de cada entorno, ha creado también distintas mitologías, filosofías, símbolos, ritos y hasta libertadores distintos. Digamos que el territorio, la geografía (longitud y latitud) y otras circunstancias han influido grandemente y se han ido asentando diversos emblemas de aglutinamiento social alrededor de la casta dominante en su respectivo espacio vital. (1)
Por ejemplo, el Golem, de antecedentes bíblicos, es un símbolo judío que fue creado por el rabino Judah Löw en el Siglo XVI en la ciudad de Praga, en una época de tensión de su Ghetto para protegerlo de las acusaciones de los cristianos, que les achacaban todos los males existentes. Además de parapeto de la cultura judía, en esos momentos, también representa el símbolo de las ilusiones potenciales del hombre a imitación de su creador. Como este creó del barro a Adán, el creyente también puede crear de ese material un ser animado, el Golem. Según la leyenda, es un ser humanoide gigante, tosco de modales y estéticamente horrible. Este ser dependiente de los deseos de su amo, con su fuerza extra natural puede hacer trabajos para los que se necesitarían muchos hombres para realizarlos. El mayor problema es que a veces entra en cólera y puede ser impredecible y peligroso. Su debilidad es que su creador tiene el poder de desintegrarlo y volverlo al barro y el polvo de la tierra.
¿Podemos encontrar similitudes con la situación actual en el mundo ? Yo creo que sí. La historia de la humanidad y la polarización de los grandes conflictos bélicos actuales, junto a la degradación del entorno global donde se desenvuelve, nos hace pensar que el ser humano no se ha destacado por gestionar bien, a lo largo de los tiempos, la compleja y problemática situación a que hemos llegado en el planeta Tierra. Como afirmaba mi paisano Séneca en sus Cartas a Lucilo, “ Gran parte de nuestra vida se nos pasa haciendo mal, la mayor parte no haciendo nada y toda la vida haciendo otra cosa que lo debido”. Así que parece que habría que dejar estos asuntos en quienes les preocupen, los conozcan y puedan dirigirlos mejor.
¿Habrá que pensar en un nuevo ser humano mejorado? De momento no se ven perspectivas a que sean seres biológicos, tan sensibles a los cambios en el delicado equilibrio de los precisos factores medioambientales, muy deteriorados, casi irreversibles, en que nos encontramos. Los efectos del cambio climático en la mala calidad del agua, el aire y la tierra, o por ejemplo la posible alteración del campo magnético terrestre que se predice por la inversión de sus polos, podría crear un caos civilizatorio debido la perdida de protección de los seres humanos frente a las radiaciones cósmicas, y por estar basada la vida social, industrial, económica y comercial en las redes eléctricas y las radiocomunicaciones terrestres y espaciales. (2)
Y si embargo, esta características del ser humano de disponer de ciertos niveles de autoconciencia, que lo diferencia de otras criaturas, y que no sabemos que exista en otra parte del Universo, debería trasladarse a otros seres para intentar asentar una Inteligencia Global y Cibernética (3) que pueda corregir sus seculares errores y adaptarse para un nuevo medio diferente y quizá más exigente y hostil, fuera de nuestro planeta. (4)
(*) https://historia.nationalgeographic.com.es/a/golem-hombre-barro-para-salvar-a-judios_14269
(1) Véase “El oso y el barbero” de Claude Levis-Strauss.
(2) Véase artículo en la revista Xataca, del periodista y divulgador científico-técnico Cristian Rus.
(3) Últimamente, me niego a aceptar el ambiguo término Inteligencia Artificial.
(4) Véase mi artículo “ La Física de la inmortalidad”.
* Imagen Golem. Wikipedia
Nicolás Puerto Barrios
Escritor, periodista, Ingeniero Técnico de Telecomunicaciones y Diplomado en Pedagogía para la Formación Profesional Acelerada. Premio Nacional de Prensa en 1983.